Descripción
La Turquesa era sagrada para la diosa egipcia Hathor (Venus) y estaba infundida de su magia protectora.
Durante miles de años, los pueblos del desierto del Sinaí intercambiaron cuentas de turquesa.
Sagrada también para los aztecas y los pueblos nativos de las Américas, según la leyenda Pueblo, la Turquesa robó su color del cielo y representa los orígenes cósmicos de la humanidad.
La Turquesa es la piedra de diciembre y del Signo de Sagitario.
En el lenguaje de las piedras preciosas, la Turquesa simboliza la alegría del alma.
Considerada universalmente como portador de paz y buena suerte, se consideraba un potente antídoto contra el mal de ojo y una piedra de la suerte para actores y cantantes.
Un proverbio árabe dice: “Una Turquesa dada por una mano amorosa trae consigo felicidad y buena fortuna”.
La tradición hindú dice que, si ves una Turquesa el día después de ver la luna nueva, disfrutarás de una riqueza inconmensurable.
Los poderes de la abundancia y la protección aparecen fuertemente en las leyendas que rodean a esta piedra.
Las bridas de los caballos se colocaron con turquesa para garantizar que los jinetes no sufrieran accidentes; se creía que la piedra absorbía cualquier daño dirigido hacia el usuario.
La Amatista despierta la sabiduría de nuestro ser verdadero y nos ayuda a transformar cualquier aspecto en nuestra vida que necesite un cambio.
Nos ayuda a ver más allá de nosotros mismos, a comprender que la vida es inmensa, y a sentir que lo que está más allá de los sentidos no tiene límite.
Nos ayuda a reconocer lo excesivo de algunas preocupaciones en nuestro día a día, nos aporta claridad mental para poder resolverlas y nos ayuda a ver que la energía que necesitamos para hacerlo está disponible dentro de nosotros.
Cuando entra en contacto con la cabeza, la Amatista tiene un efecto equilibrador, sintonizando y alineando la energía de los dos hemisferios del cerebro y expandiendo nuestra conciencia para que las limitaciones de la mente se suelten y le den paso a la energía del ser para manifestarse.
Nos da consuelo ante las pérdidas y nos ayuda a entender los ciclos de la vida y los tránsitos necesarios para nuestra evolución. Nos conecta con nuestro aspecto espiritual, para que podamos ver a través de esa energía el desarrollo de nuestra vida.
La Amatista es la piedra de febrero.
*Las piedras son diferentes por su naturaleza por lo que puede que varíe con respecto a su color e iridiscencia.
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